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Cuando la competencia es con una misma.

En los últimos tiempos nos invaden frases motivadoras, que no son sólo slogans inocentes, son posiciones ideológicas y políticas, economistas e idealistas, para algunas personas funcionan cual salmos bíblicos sobre cómo debemos ser o comportarnos.

Por Natalia Voragini Weth*
para Diario Digital Femenino
Ilustración de portada: Anna Parini

Frases que «inspiran» a superarnos, ser más fuertes, mejores, esforzarnos hasta nuestros últimos suspiros diurnos o nocturnos… «VOS PODES» «SOS TU PROPIA FUENTE DE INGRESOS» «SOS TU PROPIO JEFA/JEFE» son algunas con las que vamos a empezar a cuestionarnos en estas líneas, de cómo el sistema capitalismo, competitivo e individualista se nos mete en nuestras organizaciones familiares, institucionales, laborales, vinculares de cualquier índole.

Vivimos en un mundo que critica y cuestiona al Capitalismo salvaje, pero que cuesta y es cuasi imposible vivir sin ser objetivada por él. Se hablaba de competencias, de estar preparada para ser mejor que… tener más y mayor formación que… Haciendo referencia a otra persona.

Esto se abandonó, ya que la competencia no es más con la otra, le otre, la competencia, la rivalidad, es con una, ya no se larga la carrera con oponentes, esa carrera es con una.

La competencia y el autoesfuerzo, se instala, se hace discurso, se hace piel, se coarta en la vida cotidiana.

Muchas de estas sobreexigencias recaen en personas que son inducidas al fracaso personal, que se consideran insuficientes para el mundo del mercado, no todas cuentan con recursos propios, experiencias, vivencias e historias de vida

La sobreexigencia, la “presión social” de tenes que poder, tener que hacer, tenes que superarte, tenes que rendir y dar más… generan y van a ir ampliando las frustraciones. Tener objetivos, querer superarse, aspirar a mejorar y prosperar es algo positivo. Sin embargo, cuando ese afán de superación se sobredimensiona, se puede caer en el perfeccionismo extremo y la sobreexigencia. Y esto, en lugar de ser un envión, inspiración, resulta ser un impedimento. La sociedad impone estándares elevados de rendimiento. Y los medios de comunicación y las redes sociales, muestran constantemente a personas (o personajes) con grandes historias de superación y esfuerzo que los han llevado a la fama y al éxito. Aquel o aquella, que se destaca consigue reconocimiento externo, y eso, gusta, encaja, sobresale y sobrevalora.

Se crece con la idea de que para ser excelente y destacar hay que conseguir grandes logros o hacer grandes aportaciones. Y, si no se consigue, llega el sentimiento de frustración y fracaso. Cuando se cree que, para superarse, no hay lugar para el error, este momento, es cuando la superación se vuelve sobreexigencia.

Cuando hay lugar para el disfrute, de analizar el proceso, si solo importa los resultados.

El capitalismo disfrazado de sobreexigencia
El capitalismo disfrazado de sobreexigencia – Collage: Sofía Valenzuela

Las exigencias por la carga horaria antes empresarial, externa, pedía horas extras. Hoy cada persona debe continuar trabajando horas en sus casas… hacer, hacer, hacer, y el beneficio es siempre para la empresa, el Estado, el Mercado. Está mal quedarse quieta, quieto, dejar de hacer y contemplar. Tener espacios para compartir, estar con compañías improductivas.

Esto conlleva a un tipo de maltrato, y es personal, no nos aceptamos. Siempre necesitamos más para querernos, para aceptarnos. La meritocracia se aplica en una misma, cada mañana antes de decir buenos días. Nos posicionamos en esa revisión de qué tenemos a para esa jornada y “si da” adelantar lo de mañana o avanzar en algo nuevo o dejar listo alguna que otra cosilla para desligar tiempo por allí y usarlo para más de aquí.

El mundo del Coaching se metió de lleno en las relaciones de las personas, pero sobre todo en las subjetividades de cada cual, cuando nos convencemos que podemos administrar emociones, que si no les hacemos caso omiso a lo latente, a lo que duele, a lo que nos genera displacer, entonces podemos “dejar de perder tiempo” y avanzar con otras que son más reconfortantes y que nos permiten “crecer y aprender” de experiencias.

Es posible, en ocasiones, parar, dejar de producir, de cranear, de crear, de pensar, de generar, por el solo derecho al ocio, al descanso, a la contemplación, a estar despojadas de compromisos. Es posible y es necesario. Es saludable. Es no colapsar y tropezar a mil kilómetros por horas y rompernos la cabeza, el corazón, las rodillas, las manos, contra el piso.

No dejemos que el Capitalismo sea tan feroz con nosotras, no permitamos que nos devore la vida, los sentimientos, los encuentros, los placeres, los gustos y el desconectar porque sí, porque se me da la gana, porque es mi vida, es mi tiempo, es mi sentipensar. Tener el valor de aceptar a tiempo los propios límites.

(*) Licenciada en Trabajo Social, Profesora de Primaria. Docente del Seminario de DDHH de la FCHUNLPam
nattivw@hotmail.com

 

1 Comentarios

    • Lauri -

    • julio 2, 2023 a las 00:36 am

    Excente Nati!!! Me encantó!!!

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