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Los primeros días de enero no suelen ser días para pensar en temas jurídicos y menos para hablar de educación. Tanto la feria judicial que se desarrolla durante el primer mes del año como el receso escolar veraniego que impone el calendario para esos días, de la mano de propuestas culturales “light” y veraniegas, ayudan a tener a la población con la mente en blanco, a la vez que proponen un descanso de la ya dura y complicada actualidad nacional. Sin embargo, este inicio de 2023, estuvo marcado por una fuerte presencia mediática en un caso que une a la justicia con la educación: el asesinato del joven de 18 años, Fernando Báez Sosa en manos de ocho jóvenes con edades similares.

Por María Inés Alvarado*
para Diario Digital Femenino

A tres años del asesinato, sucedido el 18 de enero de 2020 en la puerta de un boliche de la ciudad balnearia Villa Gesell, en la Costa Atlántica bonaerense, comenzó el juicio para condenar a los culpables, bajo la fuerte presión social que insiste con el pedido de #justiciaporfernando y #justiciaesperpetua, a la vez que los medios cuestionan fuertemente las formas de relacionarse a través de la violencia que adoptan quienes practican el rugby. Los excesos en los cuales se involucran jóvenes y adolescentes durante las vacaciones en las playas de la Costa Atlántica, de la mano del alcohol, las sustancias psicoactivas y la posibilidad de salidas nocturnas hasta la madrugada, fuera del control parental incitan a formar un escenario sin límites, en el cual la violencia y la falta de autocontrol aparecen como causales para situaciones de desenfreno entre pares, especialmente varones.

¿Qué se puede hacer desde las escuelas? Intervenir. Tanto de manera individual, cada docente en las aulas, frente a los cursos, como de manera colectiva desde el Estado hacia las instituciones con la herramienta pedagógica más valiosa que tenemos para frenar las violencias: la Educación Sexual Integral. Porque la ESI es el conjunto de prácticas y contenidos de enseñanza-aprendizaje con la mirada puesta en los derechos humanos y la perspectiva de género para terminar con las injusticias basadas en el odio, en las relaciones de poder, en las construcciones sociales de la masculinidad/feminidad hegemónica. Por eso, el caso Fernando debe ser llevado a las aulas y analizarse como un conflicto que puede ser identificado socialmente como discurso de odio, machista, clasista y racista.

De odio, porque es discriminatorio hacia una persona y pone en evidencia las diferencias socioculturales que aún están tan arraigadas en nuestra sociedad. Machista, porque hay un grupo de varones violentos que, en lugar de dialogar, golpean “en patota”, visibilizando la masculinidad hegemónica sobre una víctima que no puede defenderse, golpeando en cofradía como muestra de virilidad. Clasista, porque algunos de ellos tienen privilegios de clase y los utilizan aprovechando las ventajas y la impunidad que les da ser “hijos sanos del patriarcado” cuyas familias siempre van a amparar. Racista, porque la víctima elegida no era blanco, ni rubio, ni musculoso, sino como se encargaron de decirle “un negro de m…” que estaba en un lugar que, según el grupo de inadaptados que lo asesinó, no correspondía a su condición social, era débil o inferior a ellos.

Relacionando todo este tema con la educación, también es fundamental que en las instituciones educativas de capacite a estudiantes adolescentes en las técnicas de Resucitación Cardiopulmonar (RCP). “La Ley Nacional N°26835 de Promoción y Capacitación en las Técnicas de Reanimación Cardiopulmonar Básicas establece que el Ministerio de Educación de la Nación, en acuerdo con el Consejo Federal de Educación, promueva acciones para la toma de conciencia sobre la relevancia social de difundir y aprender las técnicas de reanimación cardiopulmonar (RCP) con carácter voluntario, altruista, desinteresado y solidario”. Esto implica que hay un compromiso por parte del Estado para fomentar el aprendizaje y qué hacer en un caso en que se ponga en peligro la vida de alguien. Tener este tipo de conocimientos empodera y ayudar a salvar una vida es importante en cualquier contexto. Si la escuela no se compromete en este ámbito, se puede involucrar al grupo de estudiantes a partir de ver la charla TED del Dr. Mario Fitz Maurice: Cómo ayudar ante una muerte súbita.

Además, es importante poner en cuestión el lugar de los victimarios. Los medios los catalogaron de “rugbiers” por el deporte que practicaban al momento del asesinato. ¿Ser jugadores de rugby es la causa que los llevó a matar? No. No son rugbiers. La culpa no es del rugby. Como ya mencioné, son hijos sanos del patriarcado, varones machos fruto de una educación que desarrolla conductas violentas y agresivas, con padres y madres que humillan, que no sienten vergüenza ajena, que no piden disculpas, que son capaces de comprar abogados y forenses que tergiversen las pruebas para evadir las culpas. Los asesinos de Fernando también son víctimas, porque nadie les enseñó a ser buenas personas y vivieron 18 o 19 años al amparo de la (in)justicia social que les dio la impunidad de clase. También son víctimas, porque nadie les enseñó a dialogar y pedir perdón, pero si a golpear en patota para demostrar poder. Y son víctimas, de una sociedad que les dice a jóvenes y adolescentes que, para disfrutar y divertirse, deben beber mucho alcohol y consumir muchas drogas, hasta perder el sentido de la realidad y demostrar su poder a través de la fuerza.

En RRSS se  difundió un texto que es bastante apropiado para darle cierre a esta problemática: «¿Viste cuando te llaman del jardín porque tu hijo empuja y para vos es el otro? ¿Viste cuando te llaman de la primaria porque tu hijo pega y para vos es el otro? ¿Y cuando te llaman de la secundaria para decirte que tu hijo hace bullying pero para vos sigue siendo el otro? Bueno, cuando te llamen para decirte que mató ya es tarde para hacer algo por tu hijo”. Hace dos años, para esta misma columna, escribí en el texto El rugby, ¿deporte violento o espejo de la violencia machista? que la salida es la educación (…) a partir de aplicar la Educación Sexual Integral (ESI) con perspectiva de género, es posible avanzar hacia un modelo social de varones que no focalicen la violencia como forma de comunicación”. Hoy agrego a esto la importancia fundamental que implica visibilizar estos temas en casa, en familia, con infancias y adolescencias, aprovechar el discurso masivo de los medios de comunicación para enseñarles que no hay nadie mejor ni superior a nadie, ni por color de piel, ni por la ropa que usa, ni por status económico. Que las diferencias se arreglan dialogando, que los golpes y la violencia solo producen más violencia, dolor y muerte. Que, además de exigir ESI en las escuelas, es responsabilidad de quienes cumplen roles mapaternales educar en una sociedad donde nadie se ría o insulte por diferencias culturales, en la cual no se festejen la violencia o la venganza, donde nadie amenace ni haga daño como forma de relacionarse. En los hogares se construyen los vínculos que luego reproducen en las escuelas, los clubes, las calles, la sociedad toda. Es en los hogares donde se construyen los límites y se empieza a comprender la diferencia entre el bien y el mal, pero es en la realidad de los discursos que reciben de Internet donde terminan de construir las relaciones vinculares entre sí.  Sin duda, el camino es la educación. Pero no solo en las aulas, la que empieza por casa, en primer lugar.

Caso Fernando Báez Sosa: un análisis desde la educación
Caso Fernando Báez Sosa: un análisis desde la educación

 

(*) Docente, comunicadora. Co-directora de La ESI en juego.
Columnista de Diario Digital Femenino– De ESI Sí Se Habla

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