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Los sentimientos de malestar, bronca, frustración. El miedo. Los mecanismos psíquicos que aportan al crecimiento de las nuevas derechas. La disociación, la depositación masiva y la identificación con el agresor. La construcción de un enemigo para aliviar el conflicto. La psicóloga social Ana Quiroga, directora de la Primera Escuela Privada de Psicología Social fundada por Enrique Pichon-Rivière, estuvo el sábado 20 de abril en el Postítulo de ESI del Joaquín y compartió “Reflexiones urgentes desde la Psicología Social”Algunas ideas para construir colectivamente salud mental y dar batalla contra el negacionismo, el pensamiento autoritario, la construcción del enemigo, el transformar la diferencia en un antagonismo radical.

Por Ana Quiroga
La Retaguardia

Nos reúne aquí una tarea imprescindible, que está profunda o significativamente obstaculizada por la vertiginosidad de los hechos y los discursos, ese bombardeo permanente por el sucederse de contradicciones que en el mismo día nos perturban o, en forma más estable, tocando el eje mismo de nuestra vida subjetiva y social. Somos sacudidos e impactados por una multiplicidad de estímulos y por una intensidad de emociones. Todo eso obstaculiza el reflexionar. Este acontecer, que es objetivo, porque responde a un proceso social, a una forma concreta de nuestro proceso social hoy e implica muchas veces confusión, desconcierto y, a veces, una penosa vivencia de desamparo, de estar a merced de una cotidianidad que es muy difícil por momentos transitar y comprender.

Es difícil transitar y comprender esta cotidianidad, no solo por el ritmo acelerado en el que nos hemos ido configurando como personas… Cada vez más acelerados, cuanto más joven, más acelerado y más naturalizada esa aceleración. Los más viejos nos damos cuenta de que las cosas van demasiado rápido y de que no podemos siempre tomar el ritmo de lo que ocurre en esa vertiginosidad, ese impacto, ese “una cosa, otra, otra”. Alejandro Grimson ha escrito un artículo muy interesante donde recoge también aportes en este sentido. Para describir las características de este ritmo cotidiano habla de la sociedad estresada. Es decir que hay un permanente fluir de acontecimientos -eso es lo característico del estrés- que no podemos procesar lo suficiente, o a veces en absoluto. Pero sobre todo, no es por ese ritmo, por esa diversidad, por esas contradicciones, sino lo que muchas veces nos dificulta comprender y nos dificulta pensar es el dolor psíquico que nos causa este acontecer.

Las características de los hechos, el ritmo de los hechos y la pregunta a la que nos lleva casi día a día: ¿qué pasa?, ¿qué me pasa?, ¿qué nos pasa?, ¿qué va a pasar? Encontrarse, como estamos haciendo, para reflexionar -por eso estoy tan contenta de estar aquí con ustedes- es una forma de construir colectivamente salud mental. Si nosotros pensamos, creo que ustedes también, que la salud mental no es un fenómeno individual. Lo es, pero no solo. Yo, por eso, prefiero decir que es personal. La salud mental es un acontecer personal, social, que está permanentemente en obra en la vida social. Está en obra. La salud mental no es un fenómeno semejante, a pesar que el término salud los articula, como que te funcione bien el hígado o el sistema respiratorio, sino que la salud mental está permanentemente en obra, ya sea en crecimiento, fortalecimiento, como en destrucción y daño en la vida social. Está en crecimiento con los fenómenos de solidaridad, de sostén, etcétera y en daño con la fragmentación, la cancelación, el aislamiento, la incertidumbre de la que es difícil salir, la imposibilidad de elaborar proyectos, etcétera. Cuando se abren espacios para pensar colectivamente esto que nos preguntamos en el día a día ¿qué pasa?, ¿qué nos pasa? estamos en ese camino de construcción, de contención recíproca. Contención recíproca que tiene que ver con lo vincular, con lo afectivo, pero también con el poner inteligibilidad a lo que estamos viviendo. Creo que no podemos estar bien, no podemos ser personas felices -salvo que seamos tremendamente negadores- si no tenemos una lucidez sobre lo que nos ocurre, si no tenemos comprensión de lo que ocurre para bien o para mal.

Mi expectativa y creo que la de las personas que organizan este encuentro y espero que también la de ustedes, tienen a la salud mental como eje, con la intención de aportar aunque sea mínimamente a su desarrollo, su reparación y su defensa. Ustedes pueden decir “che, qué dramático, ¿por qué reparación y defensa?” Porque en las últimas décadas del siglo XX ya -o sea que hace tiempo- la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos planteó que la globalización, el nuevo orden mundial, el neoliberalismo, el capitalismo salvaje que se estaban instalando en el mundo, constituían a nivel de la salud mental, una auténtica catástrofe epidemiológica. Esto que parecía un anuncio exagerado, se fue cumpliendo.

¿En qué sentido catástrofe epidemiológica? En términos de salud mental. Y ese daño se expresaba en la depresión, en trastornos de ansiedad, en las adicciones, es decir, en diversas patologías. Hoy día, si hemos ido siguiendo, como lo hemos hecho, el hilo de que lo que ha ido dándose en el interjuego del orden social y lo subjetivo, desde el eje de la posibilidad del aprendizaje, del crecimiento, de la construcción de salud, yo diría que esta catástrofe también incluye el padecimiento psíquico. Un tipo de padecimiento psíquico de alto grado de extensión, que se expresa no solo en las patologías que uno puede decir “bueno, vamos a hacer una nosografía de las patologías mentales”. No, dejemos eso de lado en este momento, ahí estaría el tema del desarrollo y de la defensa. A mí me gustaría plantear hoy, sin descuidar ese otro horizonte más complejo, se expresa en un malestar casi permanente, en sentimientos angustiosos, sentimientos angustiosos de incertidumbre, de frustración. Se expresa de esa forma, pero también se expresa en búsqueda de salidas de esas vivencias por caminos que transitoriamente alivian la ansiedad. O pueden, parecen, buscan, aliviar la ansiedad. Pero que en modo alguno implican salud.

En modo alguno, caminos que hoy se transitan implican crecimiento y aprendizaje -estemos alertas en relación a eso- sino que implican una desesperada lucha contra el miedo. Yo lo quiero poner en el centro de este análisis, porque para un seguimiento de años ya, de décadas ya, el miedo está claramente recortado como una situación nodal, una situación nuclear. En estos aconteceres nuevos, en este malestar. Un miedo no siempre explícito, sino un miedo profundo, tremendamente arraigado.

Para pensar el miedo también tenemos que pensar en una secuencia de hechos. Una secuencia que arranca con replanteos en el orden de las relaciones sociales, el nuevo orden mundial, etcétera, etcétera. Todo lo que hablábamos recién: el neoliberalismo, el capitalismo salvaje, la instalación del individualismo radicalizado, por lo tanto de la fragmentación social, que implica también fragmentación subjetiva. Si hacemos un seguimiento de los últimos años, esto que venía in crescendo por un modelo de funcionamiento de la vida social, va a ser atravesada por un trauma social, que es la pandemia. Efectos de la pandemia aún no terminamos de medir. No sé si nuestra generación terminará de medir qué es lo que significó, qué salto cualitativo que sumó a un proceso que ya venía.

En la pandemia, se hizo muy claro, la aparición de un fenómeno que ya existía en relación a otro tipo de daño que había sido, por ejemplo, en la Argentina, el daño de la dictadura, del terrorismo de Estado. Apareció muy claramente y muy militantemente el negacionismo.

Quiero dejar más o menos planteado, cuáles son salidas que hoy se plantean y que nos colocan en una situación de batalla. Cuando decimos la reparación, la defensa de la salud mental, la construcción colectiva de salud mental, está presente que tenemos que dar batalla. Y no porque nos guste andar peleando, sino porque estamos en una batalla. Asumamos que eso ocurre. En el escenario de esa batalla está el negacionismo, ligado profundamente con el miedo, el pensamiento autoritario, la construcción del enemigo, el transformar la diferencia en un antagonismo radical. 

La diferencia, que es lo que hace crecer si se transita y se complementa, que permite avanzar, se dilematiza en el antagonismo. También aparece, si estamos hablando de un sujeto que sufre y que tiene miedo, que no siempre sabe que tiene miedo porque el miedo está pero a lo mejor no está tan claramente concientizado. Estamos hablando de sentimientos de malestar, de sentimientos angustiosos, de incertidumbre. Desde el punto de vista psicológico, podemos decir que la posibilidad de encontrar -por eso hablábamos de la construcción del enemigo- donde localizar la fuente del miedo es un elemento de alivio. No de resolución del conflicto.

Como una forma de aliviar ese malestar, esa bronca, ese sentimiento doloroso, algunos asumen proyectos que son realmente contradictorios con las propias necesidades. Asumir como propios proyectos ajenos que son antagónicos, si los analizamos, con las propias necesidades. Eso también nos lleva a la idea del desconocimiento de sí mismo. Si nosotros no conocemos nuestras propias necesidades es fácil, en una situación de angustia, adherir al proyecto de otro sin percibir ese antagonismo. Es una paradoja: para salvarme, para no sentirme mal, asumo como propio aquello que a la larga me va a dañar.

Ana Quiroga y la subjetividad en tiempos de nuevas derechas
Ana Quiroga y la subjetividad en tiempos de nuevas derechas

Otra paradoja es que el individualismo que se fue instalando muy fuertemente a partir de los 80, en el siglo pasado, que fue creciendo, creciendo y creciendo… En ese individualismo, en ese autocentramiento, el yo no se fortalece, sino que se fragiliza y se vulnera. Esto nos va a hablar de la importancia de los vínculos, de las instancias de sostén, de apoyatura en determinadas relaciones. A veces, en un profundo autocentramiento que es estimulado desde distintos lugares de la vida social, resulta que en vez de conocernos, paradójicamente, nos desconocemos.

Todas estas conductas que a veces nos implican o que a veces constituyen un contexto que nos impacta y que lleva a la pregunta ¿qué pasa? ¿qué nos pasa? Particularmente en el plano de las relaciones interpersonales, pero no solo, porque también vamos a hablar de las relaciones sociales, de los aspectos políticos, de las expresiones ideológicas que marcan la conducta, podemos decir que son formas estereotipadamente defensivas.

¿Cómo funcionan? En una disociación, en una percepción masiva del peligro, del daño, en un proceso de depositación masiva y una identificación con el agresor. Es decir, ponerse en el lugar del otro poderoso. Y convertirme en él, indiscriminarme de él, asumirme con ese agresor. Encontramos estos fenómenos hoy, y creo que estos fenómenos marcan hoy nuestra vida social, marcan las formas de interacción, las formas del día a día y aparecen en conductas políticas, en concepciones de la realidad que aportan al fenómeno actual del crecimiento de lo que se denomina las nuevas derechas. En el mundo.

Ese crecimiento e instalación de las nuevas derechas implica un hostigamiento y un riesgo. Un riesgo de retroceso en aquellos logros, en aquellos derechos que han sido conquistados y por conquistar. Yo supongo que en un espacio como este (no es para trabajar de cuco, pero seguramente ustedes tienen registro de todo el ataque y el intento de devastación de muchos de los derechos), que en un ámbito tan profundamente implicado en el tema de la salud mental como es la sexualidad está en la mira, como otros temas que están en la mira. Desde la Psicología Social, tenemos que hablar del acontecer subjetivo, lo que nos implica, y del acontecer social ante esas nuevas derechas.

A mí me han metido, a mí y a ustedes, en un título que se llama “Reflexiones urgentes desde la Psicología Social”. Y sí, es urgente, porque están ocurriendo ahora una serie de hechos que reclaman que nosotros podamos pensar, comprender, analizar, para poder dar esa batalla, porque la batalla no la elegimos, la batalla está dada. Hacer, comprender e intentar transformar es algo imperativo. El término urgencia lo podemos articular con el término emergencia. Hace tiempo estamos en una situación de emergencia social. ¿Qué quiere decir la emergencia social? Emergencia como un tipo de acontecer de dimensión de una crisis en que, por lo inaplazable de la respuesta, por la exigencia de respuesta, por la extensión del daño, tiene ese carácter de lo que no puede ser postergado, de lo que reclama respuesta ya. Y la batalla puede ser una de las formas de respuesta.

Este rodeo es para decir que tenemos que hablar de lo que sucede no solo en nuestro mundo interno, no solo en nuestros vínculos más cercanos, sino en nuestro contexto social, en lo que nos llega en el día a día por las redes y en las formas de organización de la vida social que van dando forma a nuestra cotidianidad. Estas nuevas formas de entender la realidad y la vida política que se están dando en el mundo, que no llegan a ser realmente hegemónicas, es decir, no son hegemónicas a nivel de todo el mundo, pero crecen y en algunos lugares logran hegemonía. Hay un autor que se llama Pablo Stefanoni que dice que esas derechas se muestran transgresoras. Yo creo que son transgresoras, porque transgredir quiere decir ir más allá, y son transgresoras de los derechos de los demás, de los límites de cuidado y de reconocimiento recíproco que implica la relación interpersonal, la relación entre los seres humanos. Son transgresoras porque le pasan por encima a esos límites, a esos derechos. Y lo que dice este autor, es que parece que estas derechas se apoderaron de las rebeldías.

¿Qué pasa con estas derechas? Porque uno se pregunta “¿querés decirme como alguien que es amigo mío o amiga mía me ha hecho la canallada de votar por alguien… ?” No me digan que no les da ganas de no hablar, de reclamar y a la vez darse cuenta de que hay que callarse, porque uno puede romper una relación que quiere, pero a la vez siente una cosa de extrañamiento. Decir “¿cómo hacés este tipo de cosas?, ¿por qué hacés en este momento este tipo de elección, este tipo de posicionamiento?”

Estas alternativas, estas conductas que estamos mencionando, el negacionismo, el pensamiento autoritario, la identificación con el agresor, la aceptación de un símbolo o el asumir como algo que me representa, un objeto que es particularmente cruel. Hablando de la Argentina, porque este símbolo está aquí y tiene su antecedente fuera. No fue inventado aquí, pero en otros lugares del mundo este símbolo no está, pero la idea está. Pero hablemos de la Argentina, de un símbolo tan cruel como es una motosierra. ¿Qué quiere decir que entre el significante y significado de la imagen de la de la motosierra, que está expresando en términos de ese malestar? ¿Qué característica? ¿Qué está canalizando ese mensaje?

Ese mensaje o esos mensajes canalizan un hecho que tenemos que tener en cuenta, que es el resentimiento y la frustración, que son objetivas. Es decir, que existen. Esos discursos, expandidos por los medios hegemónicos, pero que también circulan y son asumidos hasta por los chicos más chicos que cuando juegan con algo “¿que te gusta, que no te gusta?”, por ejemplo. Y entonces lo que no te gusta: “¡Afuera!” Nos suena el “afuera” a nosotros. Entonces, este canalizar la bronca, la frustración, el resentimiento, pone en primer plano la persecución.

¿Cuál es el proceso o un aspecto del proceso subjetivo que hace que se den este tipo de conductas de las que no estamos ajenos? Estamos hablando de aquellos amigos con los que no queremos conversar por un tiempo, porque no vamos a pelear, o que no queremos escuchar o la bronca que nos da ver ciertos mensajes en las redes o en la televisión, pero nosotros no estamos tan ajenos a muchos de esos sentimientos. También nos atraviesan.

¿Qué estrategia social funciona en este tipo de mutación, de alienación, o de asunción como propio un proyecto que va contra tus propias necesidades? Por ejemplo, ¿por qué un jubilado vota a alguien que le va a destrozar su posibilidad de vivir decentemente los últimos años de su vida? Transforman a ese que somos nosotros, que nos percibimos descalificados, insignificantes, negados. Y eso es cierto porque eso somos nosotros, porque hay un orden social, histórico, el capitalismo, el sistema capitalista (agréguenle los aspectos que quieran para definirlo más precisamente) antagónico con las necesidades humanas. Viene de crisis en crisis y no puede resolver, aunque zafa, metido en una crisis integral y en esa crisis integral que toma todos los aspectos de la vida social y muchos de los aspectos de la vida subjetiva, no está pudiendo resolver sus contradicciones precisamente por esa esencia antagónica con las necesidades humanas que no va pudiendo evitar, amén de las vicisitudes de lo financiero, lo productivo, etcétera.

En este orden social somos descalificados y considerados insignificantes, negados. Y la propuesta alternativa, que trae falso alivio, pero eficaz en su momento, es el poder sentirse justiciero, perseguidor. En esa identificación a partir de sentimientos reales, que están ligados a hechos vividos, a hechos sociales, se llega hasta a legitimar la crueldad. El tema de la crueldad es un tema que está muy en primer plano y que a muchos nos ha llevado a volver a leer a un autor a quien nosotros conocimos porque fue discípulo de (Enrique) Pichon Rivière, y parte de la Escuela en su época. Maestro, como Fernando Ulloa, para hablar del tema de la crueldad.

Alguien que se siente atacado, en riesgo, a merced de los acontecimientos, desamparado, que tiene mucha bronca, mucho resentimiento, empieza a buscar la fuente de la angustia, la fuente de ansiedad, para controlarla. Y entonces va a ser manipulado socialmente, en relación a ese legítimo enojo, va a ser manipulado para que desplace esa fuente. Es decir que su percepción, nuestra percepción, se desplace a pensar que un planero es más culpable de nuestros sufrimientos que Paolo Rocca. Por eso estamos hablando, desde la perspectiva de la psicología social, de una perturbación en el plano de las identificaciones.

Hemos venido estudiando esto hace ya 40 y tantos años o más, porque el hilo conductor de la concepción pichoniana es el estudio de las relaciones entre el orden social y la subjetividad. Por eso Pichon Rivière decía “solo existe el sujeto en situación, en un contexto”. Primero fue comprender la emergencia de la patología mental en el contexto familiar, de la patología y también de la salud, porque allí se construyen ambos aspectos. Pero después fuimos comprendiendo, ese fue Pichon, nosotros después fuimos tomando la posta, nosotros, digo todos los psicólogos sociales y otros, tomando la posta de que había no solo un orden familiar, que ese orden familiar expresaba un orden social, mediaba un orden social. Era una mediación fundamental en la constitución subjetiva. Y entonces, empezamos a mirar de otra manera el contexto.

Nos tocó vivir la exaltación de los años 60. Ninguno de ustedes estaba, creo. Y analizar… Todavía no analizábamos mucho porque estábamos muy emocionados y triunfalistas, pero de todos modos era como que se había descubierto el lugar fundante del orden social en la subjetividad, en la construcción de la salud mental. Ese período fue un periodo de revolución en el campo de la salud mental en la Argentina, período de revolución que muchos de los trabajadores de la salud mental pagaron con sus vidas. Y después fuimos llevados por la circunstancia, por entendernos como sujetos a tratar de trabajar sobre el tema de qué implicaba el terrorismo, cómo era vivir en el terror.

Empezar a trabajar en ese proceso el tema de los derechos humanos, y así en una secuencia, lo que fue ese hecho tan histórico y tan único del que tenemos que sentirnos orgullosos, que es cómo nosotros, como pueblo, como nación, encaramos el tema de los derechos humanos y fuimos capaces de que en este país se juzgara a los responsables del terrorismo de Estado. Todo eso lo traigo no para hacer historia en abstracto, sino para ver qué impacto subjetivo, qué aconteceres subjetivos tienen todas las huellas del miedo, del terror, etcétera.

Después la democracia, después la crisis, esa desestructuración de lo previo y la ambigüedad y la inestructuración de lo que viene, de lo que fue viniendo, ha sido casi, durante un periodo muy largo, una presencia en nuestra vida social y fue el momento en que el mundo cambió, es decir, cuando apareció un nuevo Orden Mundial en el que volvió el neoliberalismo y se hizo hegemónico. Y hoy lo estamos viviendo disfrazado de lo que sea, pero lo estamos viviendo. Hubo mucha gente que pensó sobre eso, de las sociedades y los vínculos líquidos de los que habla Bauman, fuimos pasando en los últimos años a la sociedad del cansancio, de la autoexplotación de la que habla Chul Han. Y ahora pasamos una vida social en la que se empobrece, día a día, el reconocimiento del otro como semejante. Esto tiene bases materiales en ese nuevo Orden Mundial que se reinstala en los en los 80 y 90 y en las formas de producción que se instalan.

No es solo “ay, qué pasa”, sentir, sufrir, experimentar el malestar, sino poder leerlo y comprenderlo de otra manera. La expectativa de construcción colectiva es posible de cumplir, aunque sea, de aportar un granito de arena a eso. El cómo encarar el “dar vuelta la taba”, dar vuelta la situación no es algo que alguien venga a decirles. Es algo que tenemos que pensar entre todos. De todos modos, hay propuestas.

Me parece que en tan poco tiempo que se haya tocado como se ha tocado la universidad y cómo ha reaccionado. Yo creo que la batalla está en todos lados. Siempre se dice en relación a lo nacional, popular, que su lugar es la calle. Hoy hay muchos más lugares para pelear. Yo, por ejemplo, no voy a poder pelear a través de las redes, pero seguramente ustedes sí. Básicamente, la primer cuestión es el fortalecimiento de los lazos.

La posibilidad de reconocerse en necesidades comunes, construir sostenes y apoyaturas comunes. Porque no es que nosotros vamos a ir a salvar a los que se descarriaron sino que esto es un gran quilombo. Esto es una situación de fragmentación social y la posibilidad de trabajar sobre las identificaciones, de trabajar los vínculos, es el primer paso para esa construcción de salud, para esa construcción social, para la reparación.

Pensemos cuánto de reparación necesitamos todos. Nosotros, que nos sentimos apabullados por una realidad que está conducida y direccionada, tan visiblemente para nosotros, en contra de las necesidades de los seres humanos. Y aquel otro, que está padeciendo porque siente que es cancelado, descalificado. Porque este sistema social lo que hace es instalar una situación de riesgo, de amenaza, de seducción y amenaza, que es un rasgo muy claro de la psicopatía. Seduce, después te amenaza o te amenaza, después te seduce y así te mantiene en una dificultad para posicionarte y pensar, para discriminarte, etcétera.

¿Qué tenemos que hacer?, ¿qué podemos hacer? Recrear, construir y avanzar en la elaboración de apoyaturas. ¿Por qué hablamos de fragilización del yo? Hablamos de fragilización y de vulnerabilidad. El ser humano solo no puede. Nosotros nos construimos con otro. Somos esencialmente con otro. Y el daño que en este momento se produce es esa ruptura del ser con otro y del ser con otro en un vínculo maduro donde existe la diferencia y el encuentro, donde se acepta al otro como semejante, que semejante no quiere decir idéntico, porque la expectativa que hoy día existe es que aquel con el que me puedo aliar es un aliado que me refleja como un espejo, que es idéntico y lo idéntico no existe. Y si yo busco alguien que me refleje como un espejo, en realidad estoy buscando a nadie, estoy buscando mí mismo. La fusión no es la mejor forma de relación. Y todos esos movimientos, negacionistas, etcétera, etcétera, juegan con una especificidad de fusión.

Otra cosa que me parece importante, que la estuve pensando, trabajando en esta temática, hace tiempo. Hubiera querido no tener que trabajarla, yo creí que estaba jubilada del tema de las crisis, pero las crisis no se jubilan, sino que se reiteran, reaparecen.

Pensaba que tenemos que hacer un análisis crítico de cómo los movimientos que pretenden transformar la realidad tienen, también, un cierto grado de búsqueda de lo idéntico y de intolerancia a la diferencia. Si los distintos movimientos que están hoy en el mundo luchando por los derechos humanos, ya sea por la preservación de la tierra, esa gran oleada que es el movimiento de las mujeres en el mundo, los distintos movimientos que luchan por derechos, preguntémonos por qué no se pueden articular esos movimientos, que sería una fuerza inmensa en el mundo. De algún modo le darían guerra, batalla o lo que sea, a ese enorme poder concentrado que hace que se viva crecientemente en la pobreza.

La pobreza, la exclusión, las condiciones miserables, son las que hacen sentir a los seres humanos cancelados, resentidos, que alguien los persigue. No es una fantasía. Sí, alguien los persigue, nos persigue. Entonces lo que creo es que los seres humanos podemos enfrentar el cambio, y podemos enfrentar las crisis si tenemos apoyatura.

Hay una línea de pensamiento en el campo de lo grupal, que es la línea de los grupalistas franceses que dicen que el sujeto humano es el sujeto de las crisis. Y es cierto, nosotros nacemos resolviendo con otro la crisis más profunda que pueda atravesar el ser humano, que es pasar de la vida intrauterina al mundo. Y vamos pasando distintas crisis: cuando empieza el negacionismo del chico (no el negacionismo de la pandemia), las distintas crisis, la de la adolescencia, etcétera. Y vamos pasando esas crisis, ¿por qué? Porque nosotros podemos aceptar esa desestructuración de la crisis, esa pérdida, ese replanteo vital, porque tenemos algo en qué apoyarnos. En el modelo de nuestro desarrollo vital tenemos algo en que apoyarnos, que es un vínculo, o varios vínculos.

Entonces, yo lo que diría es articular necesidades, aceptar al semejante que también tenga diferencias y poder ir juntando, convergiendo, en los objetivos más importantes. Porque sino, empieza ese  tipo de pensamiento preciosista de que si, por no decir exactamente lo que digo yo, ahí aparece la construcción del enemigo. Volvemos a la búsqueda de lo idéntico, que indica mucha fragilidad, mucha vulnerabilidad. No tenemos que buscar lo idéntico, tenemos que buscar lo semejante, construir proyectos comunes.

Eso es lo que se me ocurre a mí. Me parece que las distintas tendencias de cambio que existen tienen que articularse de otra manera, porque del otro lado están profundamente articulados, aunque tengan intereses a veces contradictorios. Los tipos que están en el Llao Llao, que realmente es para envidiarlos porque es muy lindo, muy caro pero muy lindo. Esos tipos que están ahí, que tienen el poder, tienen intereses contradictorios. Tienen intereses comunes e intereses contradictorios. Cuando es importante articulan sus intereses. ¿Por qué nosotros no? ¿Por qué hemos sido tan vulnerables?

Lo que está pasando hoy -voy a retomar el tema de las derechas, porque allí hay un conglomerado de derechas, en ese bellísimo lugar- no es la primera vez que ocurre. Y no es que todos estos fenómenos no han sido estudiados, transitados, replanteados. Nosotros hemos aprendido. Tenemos muchos instrumentos que nos dejaron aquellos que investigaron, por ejemplo, la génesis del fachismo. Había un señor que se llamaba Wilheim Reich, que escribió un libro importantísimo que se llama Psicología de las masas del fascismo, y nos fue mostrando la articulación entre las condiciones del orden social y la subjetividad para que haya anclaje para este tipo de pensamiento, para ese tipo de posicionamiento. Entonces, creo que en el plano de la comprensión científica tenemos que mirar ese juego de anclaje, ese juego de contradicciones, esa objetividad de los padecimientos que se transforma luego en respuestas subjetivas que agravan la situación. Eso es en el campo de lo científico y lo científico siempre tiene una dimensión política. Y en lo político o en lo ideológico, la lucha tiene que ver, creo, para mí, con la posibilidad de la articulación de la convergencia y darle guerra también al pensamiento autoritario y excluyente. El tema de por una coma considerar que el otro, ese otro con el que difiero en una coma, se convierte en enemigo, en adversario.

Me viene ahora a la memoria algo que viví en los años 70. 73, 74. He trabajado hasta el año pasado en Tucumán. En ese momento, en el año 73, Tucumán era el reino de la lucha, que se expresaba en distintas corrientes políticas. En quienes desarrollaban la lucha armada, quienes no estaban de acuerdo con ese método, etcétera, etcétera. Las peleas eran tremendas. Me acuerdo que esas peleas estaban también como escenario en la Escuela de Psicología Social de Tucumán que había fundado Pichon y que existe todavía. Me acuerdo de una psicóloga, casada con un economista, que eran ambos miembros del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). No eran soldados, sino participantes. Tuvieron la suerte de poder irse porque entraron a su casa, la destrozaron, se llevaron todo, pero ellos pudieron salvar sus vidas. Y Gena, que así se llama, me escribió “qué imbéciles fuimos, cómo discutíamos por cosas mínimas. Y vinieron otros. Hicieron una raya y nos pusieron a todos en el mismo lado. Pero ya era tarde”.

Se puede ver la exposición completa en este enlace:

 

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