
“Soft lips are open (Los suaves labios están abiertos)
Them knuckles are pale (Los nudillos están pálidos)
Feels like you’re dying (Se siente como si estuvieras muriendo)
Your sex is on fire (Tu sexo está en llamas)
Consumed (Consumido)
With what’s just transpired (Con lo que acaba de pasar)
Hot as a fever (Caliente como una fiebre)
I could just taste it (solo pude saborearlo)”
Sex on fire – Kings of leon
Es mucho lo que nos pasa en medio de un acercamiento íntimo, así como un cimbronazo de sensaciones que nos embarga, la química necesaria para vibrar a tono con la persona o las personas que elegimos para compartir el placer puede desatarse de muchas maneras.
Por Alis Cano*
Ilustración de portada: Paulyna Ardilla
De charla en charla nos podemos encontrar sabiendo que los puntos de gozo a veces coinciden y otras tantas no necesariamente, pero la maravilla de todo esto es el juego que nos permite llegar a conocer las llamadas: Zonas erógenas.
Esos puntos especiales, casi estratégicos que nos suben la temperatura en cuestión de segundos, pueden situarse en lugares comunes o ser absolutamente extravagantes, desde un lóbulo de oreja a un interior de codo, cualquier caricia, beso, mimo en alguno o varios de esos lugares singulares hacen las delicias de un juego previo.
Muchas personas disfrutan de besos profundos en la concavidad de sus clavículas, otras pueden llegar a sentir un enorme placer si les besan o lamen sus dedos, el ombligo en ocasiones es un punto extremo en el gozo, por nombrar algunos. De más está decir que conocemos las zonas de placer que nos son comúnmente familiares: Glande, perineo, clítoris, pezones, labios vaginales, etcétera. Suele suceder que ir muy de repente a estos sitios puede ser contraproducente, sin un calentamiento previo podría ocasionar el efecto contrario al deseado, se precisa, en la mayoría de los encuentros sexuales, alguna interacción antes de profundizar en ellos.
“Cuando estoy distraída y se me acerca por detrás, me corre el pelo para un costado y me besa el cuello justo detrás de la oreja…me empapo” nos dice ella, que sin darse cuenta eleva la vista mientras lo recuerda y se le nota un estremecimiento en la piel.

“Me pasa que cuando me lo está lamiendo durante el sexo oral, sentir sus dedos en mis nalgas, su respiración en mi bajo vientre, su pelo haciéndome cosquillas en el interior de mis muslos creo que estallo en segundos” nos cuenta él, su pareja sexual le conoce sus puntos erógenos y juega con ellos incluso cuando está dedicando su atención al glande, a los testículos, sabe que tocando, palpando y rozando esas zonas lo vuelve loco.
Son detalles, a veces pequeños, pero que logran el despertar de un hambre voraz. Succión en el interior de los codos, mordidas en los lóbulos, besos híper húmedos en cuello y hombros, besos esparcidos en la espalda, en el vientre, incluso pies y manos son cruciales para quienes gozan de sus zonas eróticas sin límites. Descubrirlas por curiosidad, encontrarlas por experiencias propias, manifestar conocerlas y exponerlas sin miedos, masturbar y disfrutar esos lugares únicos es un deleite extraordinario.
Masajes, caricias, besos, lamidas, mordidas y tantas otras formas de llegar al placer transitando con infinito gusto por esos territorios, atreviéndose a atestiguar el goce de quien acompaña en el disfrute, ver cómo se eriza la piel con un toque especial en las zonas erógenas, ahí está la magia.

(*) Escritora.
@akkyesdonde
Jhulissa silva silva -
Muy interesante…
Tambien puede concluir mas a complememto mas a profundizar en hombres y mujer, solo opino. Gracias