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Denuncian a curas de Córdoba por presuntos abusos sexuales

Daniel Vera relata por primera vez el infierno que dice haber vivido en 1986, a sus 17 años, cuando, según su testimonio, fue ultrajado por el entonces cura Walter Eduardo Avanzini. Otros tres testimonios con experiencias similares.

Por Lisandro Tosello

Daniel Vera acaba de cumplir 50 años y no se calla más. Hace unas semanas, tras leer el informe que publicó La Voz sobre exmonjas cordobesas que dijeron haber sido abusadas, tomó coraje y decidió relatar el infierno que asegura haber vivido a los 17 años en Arias, una localidad ubicada 360 kilómetros al sudeste de Córdoba Capital.

Vera relata que conoció al entonces cura Walter Eduardo Avanzini en 1985, por intermedio de su hermano, el ahora también exsacerdote Raúl Vera. Avanzini, luego de su etapa de formación en el Seminario Mayor de Córdoba y su ordenación en la diócesis de Río Cuarto, fue enviado a su destino pastoral en Arias.

Daniel, quien proviene de una familia muy católica, vivía a 53 kilómetros de esa localidad, en Canals, con su madre y su padre. Los domingos solía viajar a Río Cuarto para visitar a su hermano en el Seminario Mayor de esa ciudad. Fue en ese contexto que conoció a Avanzini, quien además de sacerdote era médico y oriundo de una localidad cercana, Sampacho.

“Cuando lo conocí, me pareció un dios. Era un tipo súper carismático. Yo quería ser como él”, recuerda Vera.

En 1985, Daniel cursaba cuarto año en el Instituto Belisario Roldán de Canals y ya soñaba con ser cura y misionero en África. Para sus padres, que se habían conocido dando catequesis, tener dos hijos religiosos no podía ser un regalo mejor, rememora.

Fue así como Daniel Vera y Avanzini se hicieron amigos. Al vivir en localidades vecinas, el adolescente empezó a visitar al cura en la parroquia.

“A veces, la Iglesia organizaba encuentros pastorales de jóvenes, y como él sabía que yo quería seguir sus pasos, me invitaba y yo viajaba”, detalla Vera. Y añade: “Me quedaba a dormir con él, en otra habitación”.

Daniel asegura que a veces, cuando se duchaba en la casa parroquial, Avanzini irrumpía en el baño para llevarle una toalla y lo veía desnudo. Afirma que en ese marco, el sacerdote le hizo una observación íntima, sobre su órgano sexual, aunque siempre dando la impresión de que se trataba de una preocupación médica.

“Me preguntó si no tenía problemas, porque tenía el prepucio largo”, expone Vera. Y agrega: “Como él era médico, no me hizo ruido lo que me dijo en ese momento. Pensé que era una observación profesional”.

En 1986, Daniel transitaba su último año en el secundario y su vocación por lo social crecía a pasos agigantados. Ya había decidido ser religioso y misionero. Su amistad con Avanzini continuaba, y su familia también se había encariñado con el sacerdote. Vera sostiene que en diciembre de ese mismo año fue invitado por Avanzini a un nuevo encuentro pastoral con estudiantes de Río Cuarto y Buenos Aires.

Firme en su decisión de ser sacerdote, el joven viajó a Arias ilusionado por compartir con otros adolescentes un nuevo encuentro pastoral, sin saber que ese diciembre, según sus palabras, le quedaría «marcado a fuego» para siempre.

Dice que una noche de mucho calor, Avanzini lo llamó a su habitación. Le explicó que quería saber cómo le estaba yendo con el resto de los estudiantes que estaban en la misión. Asegura Daniel que cuando ingresó a la habitación del cura, lo encontró en calzoncillos. Esa noche, según relata, ocurrió el abuso sexual que ahora denuncia públicamente.

Según el testimonio que Vera dio a este medio, el cura lo hizo sentar en la cama y empezaron a conversar. Luego de unos minutos, Avanzini lo abrazó y luego lo besó.

“Me quedé paralizado. Me empezó a manosear los genitales y a decirme cosas subidas de tono”. Luego, contó, “me dijo que lo penetre, pero yo no le hice nada”. Vera recuerda que Avanzini estaba muy excitado, pese a que no lo correspondió.

Mientras relata el episodio, Daniel se emociona, aunque reconoce que es la primera vez que lo puede decir sin llorar. No sabe cómo salió eyectado de esa habitación. Al día siguiente, Avanzini le habría advertido que se confesara. “Él –cuenta Vera– se hacía llamar ‘Papi’. No me preguntes por qué. Sólo recuerdo que me dijo que cuando me confesara no diga el nombre de Papi, porque lo podían castigar”.

Misión pastoral. Daniel Vera, en 1987 (Gentileza Daniel Vera). Denuncian a curas de Córdoba por presuntos abusos sexuales

Misión pastoral. Daniel Vera, en 1987 (Gentileza Daniel Vera).

A 33 años de esa traumática experiencia, Vera no sólo quiere visibilizar su caso a través de la prensa. Por medio de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina, remitió una denuncia por escrito a la diócesis de Río Cuarto, dirigida al actual obispo, Adolfo Uriona.

Uriona, hace dos meses, suspendió a otro sacerdote que trabajaba en la localidad de Carnerillo, luego de que una mujer lo acusara de abuso sexual.

Vera fundó su denuncia en la legislación canónica vigente. Expuso los hechos que, cuenta, le ocurrieron con Avanzini, y pide una investigación. “Tenga por interpuesta formal denuncia contra el Pbro. Walter Avanzini por el delito de abuso sexual”, detalla en su presentación. Además, evalúa hacer una presentación en la Justicia penal de Córdoba.

Avanzini, aunque fue apartado del ministerio en 1998 luego de un escándalo público, y pese a encontrarse jubilado, es representante legal de un colegio de La Falda y brinda asesoramiento pedagógico a otra escuela de Colonia Caroya.

La Voz se comunicó con él para pedirle su punto de vista sobre las nuevas denuncias que lo involucran, pero manifestó que no tenía «ninguna intención de hacer una declaración” y colgó el teléfono. Luego se le envió un correo electrónico y un mensaje vía whatsApp, en los que se le hicieron conocer los puntos principales de la denuncia. Tampoco respondió.

Avanzini no es el único religioso denunciado, ni Vera la única presunta víctima que denuncia. Este informe recoge cuatro difíciles testimonios que apuntan hacia distintos protagonistas.

Conmoción en el Seminario

La historia de Daniel Vera no es la única que involucra a Avanzini. Tres años antes de los hechos relatados, en 1983, D. C. tenía 18 años cuando, entusiasmado, abandonó su Río Primero natal para ingresar al Seminario Mayor de Córdoba y convertirse en sacerdote.

Un año antes, D. C. (a su pedido, se reserva su identidad) había realizado las jornadas vocacionales que lo terminaron de encaminar hacia el sacerdocio. Relata que en el Seminario Mayor conoció a Avanzini, quien se estaba por ordenar de sacerdote y que además, por su profesión de médico, prestaba servicios a la comunidad eclesiástica.

En febrero de 1984, después de participar de un retiro espiritual en Los Molinos, D. C. volvió enfermo al seminario. “Tenía mucho dolor estomacal”, explica. Y añade: “Ahí entré en contacto con Avanzini. En el seminario, cada uno tenía su cuarto y él iba a revisarme en mi habitación. Me recetó una medicación y empecé a mejorar”.

Con el paso de los días, el médico-religioso asistía a su paciente durante la mañana y la tarde. D. C. describe que el acercamiento de Avanzini era gradual. “Me palpaba el estómago, el intestino y con el codo me rozaba los genitales y hacía chistes sobre el celibato”, evoca. Y prosigue: “Él usaba un ambo de médico. En una de las revisaciones tuve involuntariamente una erección. Él se bajó los pantalones y se sentó arriba mío”.

Para entonces, D. C. tenía 19 años y asegura que no supo para qué lado disparar. “Avanzini era un tipo grandote. Logré sacarlo de arriba y lo eché de la habitación. No hubo acto sexual. Él no quería curarme; él pretendía otra cosa”, dice.

 

Seminario Mayor. Donde se formó el excura Walter Avanzini (Facundo Luque/La Voz).

El seminarista afirma que después de esa situación no quiso saber más nada con el médico. “Él seguía insistiendo con que me quería revisar y yo no quería saber nada. Estaba obsesionado conmigo”, expresa.

D. C. dice que durante los meses posteriores la pasó mal, porque dentro del Seminario Mayor tenía que cruzar a Avanzini todo el tiempo, y que sólo un compañero de su camada supo lo que le había sucedido. Cuando el nombre de Avanzini apareció en la lista oficial de quienes serían ordenados sacerdotes, D. C. decidió denunciarlo.

“Fue en septiembre de 1984, seis meses después. Lo hablé con monseñor Carlos Ñáñez, actual arzobispo de Córdoba, quien era rector del Seminario Mayor. Me dijo que escribiera una carta en la que contara todo lo que me había sucedido”, detalla D. C. a La Voz. Y continúa: “A los tres días de la denuncia, expulsaron a Avanzini del Seminario de Córdoba y lo mandaron a Río Cuarto. Como él había nacido en Sampacho, pertenecía a la diócesis de Río Cuarto”.

Según relata D. C., a él le prometieron que lo iban a proteger, pero a las semanas de su denuncia lo mandaron a hacerse exámenes psicológicos. El obispo de Río Cuarto, Adolfo Arana (fallecido en 2003), quien hacía sólo un mes que había sido puesto a cargo de la diócesis, lo mandó a Ucacha con un sacerdote más grande, para que reflexionara sobre lo que había hecho en el Seminario Mayor de Córdoba, y en diciembre de 1985 Avanzini fue ordenado cura.

“Nunca pude digerir esa situación. La Iglesia Católica siempre fue cómplice. Sabían que hacía esas cosas y sin embargo pensaron que en unos meses en el campo iba a estar todo bien”, dice D. C. a 35 años de aquella experiencia.

Actualmente, D. C. vive en el interior de Córdoba, dejó el seminario debido a ese traumático episodio que dice haber vivido y formó una familia. Tuvo dos hijos, hoy de 30 y 23 años. “De mi familia, la única que supo lo que me pasó fue mi mamá. Del resto, no lo sabe nadie. Esta historia la puse en una caja y la guardé para siempre. Creo que el obispo que lo ordenó fue un hijo de puta, porque tendría que haber sabido que iba a arruinar a una comunidad”, concluye.

Niños en una plaza

En 1998, Walter Avanzini llevaba 13 años como sacerdote. Había sido trasladado de la parroquia de Arias a la de Berrotarán, a unos 150 kilómetros de la Capital, donde logró insertarse en la comunidad. Impulsó la creación de un jardín, un colegio primario y una escuela especial. Pero un informe periodístico expuso ese año de forma pública sus relaciones con niños.

Era agosto y hacía frío. El programa A decir verdad, que conducía el periodista Miguel Clariá y se emitía por Telefé Córdoba, emitió un informe sobre la prostitución de niños en la Plaza San Martín de la ciudad de Córdoba. La sorpresa ocurrió al aire, cuando en medio del informe, los teléfonos de la producción empezaron a sonar una y otra vez. Decenas de vecinos de Berrotarán se dieron cuenta, al escuchar la voz, que el hombre que salía en el informe, pese a tener el rostro pixelado, era el párroco de su comunidad.

Marta Platía, entonces productora del ciclo, contó a La Voz que el objetivo del informe era denunciar el delito de prostitución de niños que ocurría en la Plaza San Martín a la vista de todo el mundo, y no denunciar a alguien en particular. “Evidentemente, el hombre era habitué en la plaza porque nosotros fuimos un día al azar y él cayó. A Avanzini lo reconoció un pueblo. Nosotros no sabíamos quién era. Quedamos estupefactos”, rememora.

Quien era obispo de Río Cuarto en 1998, Ramón Artemio Staffolani (ya fallecido), dijo “sentir vergüenza por la posibilidad de que un sacerdote católico esté involucrado en un episodio como ese”. Cinco días después de la emisión del programa, viajó a pedir perdón a toda la ciudad.

Pese a sus antecedentes, Avanzini no fue expulsado de la Iglesia Católica sino enviado a un retiro espiritual en San Fernando, provincia de Buenos Aires. La investigación judicial que inició por el caso el fiscal Pablo Sironi no arrojó novedades y el caso se desvaneció en semanas.

Avanzini siguió trabajando en el área educativa y en contacto con niños y adolescentes. Se desempeñó como docente en distintos colegios públicos. En 2011, pasó a cumplir funciones a una inspección zonal dependiente de la Dirección General de Institutos Privados de Enseñanza de la Provincia de Córdoba (Dipe), donde trabajó hasta el 31 de octubre de 2014, año en que finalizó sus funciones, según confirmaron a este medio fuentes oficiales del Ministerio de Educación de Córdoba.

De 2014 a la actualidad, Avanzini se dedicó a estudiar. Sumó un profesorado, una licenciatura y una maestría a su curriculum vitae. Esta última la rindió en 2016: el tema de su tesis fue el “Acoso entre pares desde la mirada de los actores educativos adultos”.

REGISTRO PÚBLICO. Desde la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina reclaman de forma sistemática y continúa la creación de un registro público de religiosos denunciados y condenados por abuso sexual. “El Estado debería tener ese relevamiento como ocurre en otros países”, detalla Carlos Lombardi, abogado de la red.

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